La época de la abulia existencial tiene diversos epígonos y ha encontrado en cierta literatura de nuestros días, una encarnación proliferante.
Puede pensarse una trama que entrelaza la estética del Nuevo Cine Argentino con la de algunos de los escritores nóveles que empiezan a ver la luz de la existencia por mano de algunas editoriales que están apostando a esta literatura fresca.
En ese sentido, la Editorial Entropía lleva la delantera en cuanto a preciosas publicaciones de interesantes nuevas promesas del campo literario y de la estética de existencias abúlicas.
La editorial pareciera estar encarando la edición de sus libros siguiendo la regla del “secreto del éxito” de toda pequeña editorial: publicar para determinada pequeña porción de mercado que las grandes editoriales descuidan. Lo que se llama “el nicho editorial”.
Entropía por su parte, pareciera haber encontrado su nicho en lo que podría llamarse “la efervescencia de Puán”: la construcción de lo cool y lo integrado que es ser de Letras en este momento o ser del palo de Letras (basta recorrer los centenares de blogs e intervenciones en blogs de satélites de la carrera, los encuentros de estudiantes de letras, los ciclos de lecturas de narrativa y poesía que se expanden por cuanto antro haya en la ciudad, la importancia de las nuevas revistas literarias de Letras y las intervenciones mediáticas de gente de letras que adquirió, con el Caso DiNucci del verano 2007 su momento de mayor exposición).
“El mundo como supermercado” es el inteligente título (no así tanto el libro) que le puso Michel Houellebecq a una colección suya de artículos de revistas. En momentos en que es clara la forma en que los ciudadanos somos tratados como consumidores a los que se nos intenta vender cualquier cosa como se intentaría vender jabón en polvo, también hay una literatura que puede ser de consumo masivo pero que al mismo tiempo, está contaminada de guiños formales, estructurales y de contenido que harían sonreír de satisfacción a cualquier estudiante que haya aprobado Teoría y Análisis Literario I.
“¿Vos me querés a mí?”, primera novela de Romina Paula se inserta en ese preciso espacio.
La novela toca varios tópicos de la insatisfacción juvenil y en su apuesta por una retórica ampulosa y vacía, desarrolla su problemática: la duda.
Enunciada desde el título, la duda es duda de todo: los valores familiares, el amor, la verdad, la sexualidad, las fantasías, la normalidad, la muerte y el psicoanálisis.
Intercalando un capítulo de diálogo y un capítulo de reflexión introspectiva en forma de monólogo interno, la novela narra algunas situaciones en la vida de Inesia, joven presumiblemente de veintipico, que abandonó una carrera (presumiblemente alguna que se dicte en Puán) para dedicarse al Teatro, que tiene una abuela sobreviviente de un cáncer de mama (cuyo cuerpo no salió indemne) y otra internada en un geriátrico, que está empezando a salir con un pibe pero duda de poder sostener la relación y que, en el fondo intenta lidiar con su duda más profunda: su orientación sexual.
En ese intercambio de capítulos que alternan en dos registros estructurales (diálogo-monólogo interno) también se produce un diálogo cuyo marco es la narración en su totalidad.
Diálogo fracturado por una breve narración en primera persona que se coloca en la mitad del relato aproximadamente y que aporta el único momento de desplazamiento de la acción por medio textual (teniendo en cuenta que el resto de los desplazamientos operan por medio de elipsis y reposición: lo no dicho que el lector repone mediante la materia de los diálogos).
La narración en primera persona es el único momento que no permite la duda aunque se asiente en la subjetividad.
Es objetivo y plantea certezas porque el discurso no se enchastra con las retóricas automáticas de los monólogos internos que terminan conformando una escritura bloguerística (“El punto clave es que no es otra cosa que la riqueza abundancia particularidad del mundo interior, si es que algo como eso existe y no esas palabras, de falsos espasmos y placeres verdaderos, pero no menos efímeros y pelos muchos y largos pelos casatños adheridos a las sábanas junto al olor, mi olor – eso dicen – que yo misma desconozco.” (Paula, p.52)
Los capítulos en forma de diálogo por su parte, se imponen con la potente soberbia de captar a la perfección el habla cotidiana de los jóvenes de clase media en un manejo tan preciso de expresiones y registros que emparenta la escritura de Romina Paula con lo que hizo famoso a J.D. Salinger: transcribir los códigos generacionales adolescentes.
Valga uno de los ejemplos más expecionales (diálogo entre Inesia y Pablo, su chico, acerca del disfrute sexual de ella):
“(Pablo) - Qué locura… no la pasabas muy bien que digamos.
(Inesia) – No, ni en pedo, se ve que el placer no era una variable.
- No.
- Qué bajón.
- Mmmm.
-¿Y ahora?
-¿Ahora qué?
- No, ¿ahora qué onda con eso?
- No sé, bien, no sé… ¿Qué querés que te diga?
- No, no sé, nada, qué onda con eso.
- No se, boludo, ¿qué me preguntás?
- No, nada.
- Que forro.
-¿Por qué?
- No, dejá, no importa, no entendés.
-¿Qué me decís, boluda?
- Ya fue.
-Bueno sí, ya fue…
-…
-¿Me das un beso bonita?” (Paula, 59,60)
Con todo, la narración representa con soltura el estereotipo de pseudointelectual de Puán: con la negación a la francesa (por esa tendencia actual a mutliplicar los modalizadores de negación en la oralidad como quedó demostrado en el fragmento anterior), las referencia directas a la facultad (cuando se compara al Hospital de Clínicas con “estar internado en Puán” (p.70) y sus chicas que recorren el camino de la frigidez en tránsito a la homosexualidad apoyadas en el feminismo mal masticado de Andrea Dworkin: “toda cópula es una violación”.
Así: “Tuve un primer novio con el que cogí y después no quise coger más y estaba como re-loca con el tema, tenía todo un discurso al respecto, como una teoría, pensaba que coger era una violación, porque hay uno que penetra y otro que es penetrado y que el hombre y la mujer estaban en igualdad de condiciones hasta ese momento, en el que el flaco te mete algo hasta acá, ¿entendés?” (Paula, 59).
La cuestión sexual, luego retomada en la llaga interior de la vagina de Inesia producto del sexo heterosexual, la imposibilidad de enamorarse (es decir, la posibilidad de enamorarse con fuerza de un hombre por un breve tiempo y luego desenamorarse sin motivo) configuran el esquema de la duda (la sexualidad) y el carácter de búsqueda e insatisfacciones permanentes del estereotipo Chica-Puán.
Es en ese sentido que la novela delimita y determina todo ese espacio de seres y sus dudas permanentes, donde el placer casi nunca es una variable porque es más cómodo seguir siendo un ser sufriente, un adolescente que añora su infancia asexuada.
La Chica-Puán o Inesia es aquella alternatonta de clase media que se ponía brillantina en el pelo y escuchaba El Otro Yo cuando tenía 15 años.
Sólo que ahora creció y refinó sus gustos (y en eso hay un muy buen trabajo de escritura al referir a productos culturales sofisticados (como el cine alemán) que operan como manifestación de cierto realismo pop cool (en contraste con el Pop Nacional y Popular de la escuela puigiana).
La escritura de la novela es impecable e implacable entonces dando espacio y personalidad a esta subesepecie de jóvenes de clase media que son sus lectores naturales.
En un mundo-supermercado es bueno que haya opciones para todos los tipos de consumidores.
La novela de Romina Paula apunta a aquel tipo de consumidor que contribuye a crear y recrear.